miércoles, 29 de julio de 2015

La Manga del Mar Menor y Cabo de Palos...

Segunda parada…

LA MANGA DEL MAR MENOR

Os dejo unos breves apuntes

La Manga del Mar Menor es un cordón litoral situado en el sureste de la península ibérica. El cordón litoral de La Manga forma una lengua de tierra que tiene 22.5 km de longitud y que se extiende desde el cabo de Palos hasta las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar. Con una anchura entre 100 y 1200 m, al oeste de esta lengua de tierra queda el Mar Menor configurado como una laguna litoral comunicada por unos canales, denominados ”golas”, por medio de los cuales el agua se intercambia con el Mar Mediterráneo que se encuentra al este. La comunicación por carretera se realiza por una única vía, denominada Gran Vía.


Estas fotos están realizadas en la Cala de Los Pinos. Apuntan hacia el Mar Menor.






Estas dos están realizadas desde un mirador  Mar Mediterráneo (Mar Grande como dicen algunos...), en la cual, se aprecia la longitud de la Manga....




FARO DE CABO DE PALOS

Se encuentra situado sobre el montículo más alto de cabo de Palos,  en la parte más rocosa del pueblo pesquero homónimo, que da comienzo a la gran urbanización turística de La Manga del Mar Menor.

Historia
Según Plinio el Viejo y Avieno, sobre el promontorio del cabo hubo en la antigüedad un templo consagrado a Baal Hammon, identificado luego por los romanos como Saturno.
En 1554, debido a la intensidad de los ataques de los piratas berberiscos sobre toda la costa mediterránea española, el rey Carlos I ordena al concejo de Cartagena la construcción sobre el promontorio de una torre vigía con el nombre de Torre de San Antonio.
Es en la época de Felipe II cuando se emprende la elaboración de un sistema completo de defensa de las costas, cuyos responsables más directos fueron Vespasiano I Gonzaga y el prestigioso ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli, quienes, durante el verano de 1570, recorrieron cuidadosamente el litoral del reino de Murcia y planificaron un completo sistema defensivo de la costa española.
Como consecuencia de este plan de defensa, en 1578 se terminó la torre, que tenía forma hexagonal, y se ordenó apostar guardas cuya misión consistía en avistar cuanto antes y dar aviso de la presencia de las fustas, galeras y saetas enemigas.

Construcción del faro
A pesar de encontrarse en buen estado de conservación, en 1862 la torre renacentista fue demolida y sus sillares se utilizaron en la construcción del actual faro.
Las obras del nuevo faro fueron terminadas en 1864. Ninguna más detallada y exacta descripción puede encontrarse que la que nos ofrece el acta de recepción de la obra, en 18 de diciembre de 1864, que firmaron el ingeniero jefe Juan Moreno Rocafull, el ingeniero segundo encargado de las obras Evaristo de Churruca, los ayudantes y el contratista.

El edificio afecta en su planta la forma de un cuadrado, teniendo de lado 20 metros de longitud. Consta de dos pisos, y la altura del edificio hasta la coronación del pretil es 11,60 metros. Los muros de fachada son de sillería y tienen 65 centímetros de espesor en el zócalo, 60 cm en el resto del primer piso y 50 cm en el segundo.  La torre está situada en el centro y consta primero de un prismático de 12,50 metros de altura. En la parte superior y a la altura de 43 metros de altura, el capitel de la torre y una gran moldura formada por una cornisa muy saliente sostenida por 16 ménsulas.  Sobre la cornisa se eleva un torreón de 2,20 por 3,20 metros.





Importante señal de peligro para tener en cuenta...




 








Cuando vi esta placa me pareció interesante de buscar información al respecto para conocer la historia de este navío...

 LA CATÁSTROFE DEL TRASATLÁNTICO “SIRIO”

(Vista por la prensa de aquellos años)

EL ECO de Cartagena. 6 de agosto de 1906

La tarde del 4 de agosto el Sirio se aproximaba a las costas de Cabo de Palos navegando a toda máquina con el objetivo de ganar tiempo. La mar estaba calma, la brisa dócil, y el sol comenzaba a flaquear a estribor del buque. Los pasajeros descansaban plácidamente los menos, molestos en el hacinamiento los que más en sus camarotes, durmiendo, escribiendo o leyendo aquellos, charlando acerca de mil historias o soñándolas, los otros.

A las cuatro unos y otros escucharon un fortísimo aunque, según las crónicas, seco rasponazo producido por el vientre de hierro del barco. Después de una violenta sacudida, el trasatlántico quedó varado entre las rocas del bajo que hay en las Islas Hormigas, a menos de tres millas de distancia de la costa de Cabo de Palos.

Tras el impacto, muchos pasajeros se vieron en el suelo del buque sin tener apenas conciencia de lo sucedido. El pánico comenzó a apoderarse de los viajeros, en general desconocedores del mar y en ningún caso, instruidos para una situación de emergencia.

Primero fue un golpe seco que levantó la proa del buque y la hizo salir del agua. Luego fue un gran chirrido, un estruendo ensordecedor ocasionado por las planchas del fondo que se abrían y retorcían contra la superficie de la piedra del Seco de Fuera. En la sala de máquinas y cuartos de calderas el personal de guardia no tuvo la menor opción de salvarse. Murieron aplastados por las planchas del fondo que se abrían a sus pies y la tromba de agua que entraba a toda velocidad. Durante unos segundos el Sirio quedó completamente frenado, inmóvil en un equilibrio inestable sobre las aristas de la piedra en la que había embarrancado. La mayor parte de los pasajeros cayó al suelo debido a la colisión. Algunos gritos de sorpresa, al principio, rompieron el silencio que siguió al brutal choque. Se oía crujir la estructura del buque. De algún lugar en las entrañas del Sirio brotaban chorros de vapor de agua que afloraban por varias grietas aparecidas en las cubiertas de popa. Y entonces sobrevino la explosión. Las calderas del trasatlántico italiano estallaron destrozando las cubiertas de pasaje sobre ellas ubicadas y sembrando la muerte entre los emigrantes.

En escasos cuatro minutos, un tercio del buque quedó completamente sumergido en las aguas por su popa. Aprovechando el revuelo general, el capitán Piccone y sus oficiales únicamente el segundo piloto permaneció en la nave hasta el final fueron los primeros en abandonar el Sirio, en un bote salvavidas, dejando a los pasajeros del vapor abandonados a su suerte. Algunos miembros de la tripulación de despojaron de sus uniformes para confundirse con el pasaje y salvarse más fácilmente o evitar un posterior reclamo de la justicia.

Intentaron los viajeros ponerse a salvo pero, al no tener a nadie que organizara la maniobra, les dio por correr como locos por todo lo largo y ancho del buque, apresados por la confusión y el terror. Muchos de los que se encontraban en cubierta quedaron atrapados por los toldos que les protegían del sol. Sollozaban los niños, gritaban las mujeres, maldecían los hombres y oraban los clérigos, pero todos intentaban huir de la fatalidad sin éxito.

 A bordo del buque iban dos obispos, algunas monjas y varios frailes carmelitas. Cuando se desencadenó la catástrofe, uno de los obispos comenzó a bendecir a los pasajeros que encontraba a su paso, mientras los demás religiosos, hincados de rodillas en el suelo del barco, suplicaban a Dios piedad y socorro. Cuando el clérigo se encontraba bendiciendo a una desconsolada viajera que hubo de salir a medio vestir, el agua comenzó a inundar aquella zona del barco y los pasajeros se iban lanzando al agua como podían: unos con salvavidas, otros sin él. Llegó el turno del obispo y se dispuso éste a arrojarse al agua ayudado por una cuerda y un salvavidas que pudo colocarse cuando, por un movimiento del barco o quizá por una vía de agua, saltó el obispo hacia una parte y el salvavidas para el lado contrario, que no fue otro que a las manos de un pasajero argentino que, al no saber nadar, se las daba ya por muerto. Contó horas más tarde uno de los supervivientes del naufragio que, en aquellos momentos de terrible apuro, observó a un joven fraile que mientras se agarraba con una mano a una cuerda del vapor " y llegábale el agua hasta el cuello", bendecía con la otra a cada uno de los náufragos que, ante sus ojos, desaparecían bajo el mar. Al cabo, cuando uno de los botes pesqueros que participaron en el salvamento se acercó hasta ese lugar e invitó al carmelita a subir, éste se negó objetando: "Más allá, agarrada a una tabla, se ahoga una pobre mujer con un niñito en brazos, salvadla a ella, que yo aún puedo nadar un poco más". Entre los pasajeros del Sirio se encontraba una joven pareja italiana de recién casados.

Aquella tarde habían estado en su camarote y acababan de subir a cubierta cuando notaron "como un golpe seco y profundo" al tiempo que una fuerte sacudida daba con ellos en el suelo. Entre el desconcierto que siguió al embarrancamiento del barco vieron, entre otras escenas, a un hombre que, ajeno a las idas y venidas, a los gritos y a las carreras de los demás pasajeros, sacaba tranquilamente su revólver y se disparaba un tiro en la sien. En ese momento, al ver que una barca se acercaba hasta el arruinado vapor, la joven pareja se arrojó al agua. Junto a ella flotaban varios cadáveres de mujeres, hombres y niños. La esposa, llamada Brígida Morelli, consiguió agarrarse a uno de los cabos lanzados por la barca, pero no volvió a saber nada de su marido.

Viajaban aquella tarde de agosto en el Sirio varios artistas de renombre en la época: los directores de orquesta, maestros Eberna y Hermoso, el tenor italiano de ópera Maristani estos tres sobrevivieron al naufragio, o la popular tiple cómica Lola Milanés. En el momento del choque se encontraba ésta junto al mencionado maestro Hermoso refiriéndole sus proyectos con el barítono Aristi, a cuya compañía pensaba unirse al llegar a Buenos Aires. Cuando la situación resultó ya insostenible y el agua lo inundaba todo, Lola Milanés suplicó al compositor que le dejara su revólver "para abreviar con el suicidio la lenta pero inevitable agonía". "Los detalles del naufragio del trasatlántico Sirio, acaecido en Cabo de Palos en la tarde de anteayer, sin causa alguna que lo hiciera temer ni sospechar, y debido sólo a criminal abandono o imperdonable impericia del capitán del buque, son aterradores, tanto, que sólo por un esfuerzo supremo de voluntad, a la que sirven de acicate los deberes que con el público tenemos contraídos, quizás podamos referirlos, sobreponiéndonos a la impresión hondísima que aún nos embarga."

La información que acompaña las fotografías está sacada de internet.